Andina

Conoce la inspiradora vida del guardián de Machu Picchu, Fernando Astete

Antropólogo recibe hoy distinción Personalidad Meritoria de la Cultura junto a otras personalidades

Conoce la inspiradora vida del guardián de Machu Picchu, Fernando Astete, que hoy recibirá la distinción Personalidad Meritoria de la Cultura.

Conoce la inspiradora vida del guardián de Machu Picchu, Fernando Astete, que hoy recibirá la distinción Personalidad Meritoria de la Cultura.

09:40 | Lima, ene. 16.

Por José Vadillo Vila

Fernando Astete Victoria es todo un personaje en Cusco. Su vida está ligada al parque arqueológico Machu Picchu. Dedicó durante varios años todos sus esfuerzos a su protección y conservación. Hoy recibirá, junto a otras personas, la distinción Personalidad Meritoria de la Cultura.

Conozcamos en este artículo un poco más de Fernando Astete y de las otras dos personalidades: la artista de la comunidad shipibo-konibo Wilma Maynas Inuma y la arqueóloga Bernarda Delgado Elías, cuyas vidas inspiran a los peruanos por su contribución a la preservación y la difusión de nuestro acervo cultural.

1. Los dos hijos de Fernando Astete Victoria aprendieron a gatear en Machu Picchu, donde el antropólogo trabajó por más de 30 años hasta el 21 de febrero del 2018, cuando cumplió 70 años y fue invitado a la jubilación.


Mas sus excolaboradores continúan llamándolo cuando se presenta algún problema, y él, gustoso, les ofrece su punto de vista para una salida.

El sobrenombre de Guardián de Machu Picchu se lo puso un diario brasileño en un amplio reportaje del 2007, cuando la ciudadela incaica se convirtió en una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo, por su labor en gestión, protección, conservación y estudio del santuario. Él llegó a dirigir a más de 700 personas como jefe del Parque Arqueológico Nacional de Machu Picchu.

–Para usted, ¿qué es Machu Picchu?

–Es la obra más extraordinaria del hombre andino. Allá se plasma la tecnología constructiva. Tiene una simbiosis entre la obra humana y la naturaleza.



La primera vez que llegó a la ciudadela fue en 1961, como ‘boy scout’. Luego, toda su vida laboral estuvo ligada a Machu Picchu, desde fines de los 70, cuando trabajó en el proyecto del camino inca del valle de Cusichaca, adyacente al santuario; luego, elaborando a pie el catastro de los monumentos arqueológicos entre Cusco y Machu Picchu. Y a partir de 1994 como jefe del famoso Parque Arqueológico Nacional, a pedido de su maestro, el doctor Manuel Chávez Ballón. Pensó que estaría “tres o cuatro meses” y se quedó por más de dos décadas.

2. Fue a los 9 años cuando las manos de Wylma Maynas Inuma comprendieron que serían una unidad indivisible con la cerámica, los tintes naturales, el telar de cintura, artes que aprendió de su abuela Leoncia Rodríguez. Y todo lo haría cantando.

Nació en Panaillo, una comunidad de la etnia shipibo-konibo del Bajo Ucayali, a 5 horas en vía fluvial hasta Pucallpa y después otras 24 horas por tierra hasta Lima.

Wylma retorna cada mes allá, para traer los implementos de su arte, que ha expuesto en la mayoría de centros culturales de la capital. Cortezas de caoba, guayaba y almendra para las pinturas; y un “fijador” natural elaborado a partir del “barro de la laguna”.


Tiene cuatro hijos y es “soltera” desde que en 1989 su esposo, Samuel, desapareció. En recuerdo de él y de todos los nativos desaparecidos durante la guerra interna fue feliz cuando pintó un mural en el Lugar de la Memoria, en Miraflores.

Hace un mes las familias shipibo-konibos retornaron a su barrio, Cantagallo, que vuelve a ser el epicentro artístico de la cultura amazónica.

Para la artista de 55 años, hoy su comunidad está mejor organizada, aunque lamenta que las autoridades no hayan cumplido la palabra y Cantagallo aún carece de desagüe, por ejemplo, a pesar de que viven más de 200 familias.

Pocas son las mujeres shipibas en Lima que se visten como Wylma, con su chitonte (falda), su cotón (blusa), maititi (gorra)... Tal vez por la discriminación. A ella también la han señalado: “Shipiba, ¿por qué no te vuelves a tu tierra?”. “No les hago caso”, cuenta. Wylma explica que su pueblo es bello, pero una artesana de la calidad de ella no tendría dónde vender sus trabajos y no podría sacar adelante a sus hijos.

Por primera vez, viajará al extranjero; será un largo periplo pintando murales kené en Brasil, México y Estados Unidos. Otra meta personal para el 2020 es dirigir un taller para niñas y adolescentes shipibo-conibos en Lima, para que el arte kené continúe.

3. “La gente tiene que aprender y, a la vez, divertirse en los museos”, pondera la arqueóloga Dulce María Delgado Elías.

En el museo de Túcume (Lambayeque) hay una “pueblito de los niños”, con casitas en miniatura; una ruta educativa; una “clínica” de arqueología para churumbeles; un programa de reciclaje y un biohuerto y miniparcelas cuidadas por medio centenar de menores.


Durante la gestión de la arqueóloga se insertaron estos contenidos del programa educativo del museo de Túcume, en la formación formal de 20 de los 34 centros educativos que hay en esta localidad.

Así, el museo de Túcume destaca en el país por su fuerte vinculación con la comunidad en todo el proceso de conservación del patrimonio, gracias a los cuatro programas de su plan de manejo.

Este manejo de un sitio patrimonial con la inclusión de territorio, patrimonio y comunidad se denomina “ecomuseo” y es un concepto que usan en Túcume desde el 2015.


“Mientras los museos tradicionales se ocupan de los edificios, de las colecciones dentro de estos y de los visitantes, al concepto de ‘ecomuseo’ le interesa todo el patrimonio material e inmaterial del territorio [el distrito de Túcume]. Y más que los visitantes les interesa la comunidad local”, dice Delgado.

De esta manera, los vecinos de Túcume sienten el “beneficio tangible” del uso de la cultura; el desarrollo y valoración de sus artesanos (una actividad que hace 20 años no existía en el distrito).

¿El principal cambio? “Las actitudes de la población respecto al patrimonio: la investigación arqueológica ha permitido brindarles el conocimiento a la comunidad”, comenta. Por ejemplo, cinco chicos formados en el programa ya estudian Arqueología.


Reconocimientos póstumos


Junto con su equipo, el historiador trujillano Cristóbal Campana Delgado (1938-2020) logró que el complejo arqueológico de Chan Chan se posicionara en el imaginario de los habitantes de la región La Libertad. Además, fue uno de los pioneros en gestionar la creación de la Policía del Turismo con fines no solo de apoyo y asistencia a los turistas, sino también para evitar los saqueos en Chan Chan y su uso como pista de motocross. 

Por su parte, el arqueólogo y antropólogo Francisco Iriarte Brenner (1932-2018) fue un prolífico autor de libros sobre su especialidad y el promotor del primer encuentro de profesionales de Patrimonio Cultural Monumental en el Perú. Colaboró con el Instituto Nacional de Cultura (hoy Mincul), y estuvo alerta ante cualquier vulneración a nuestra herencia histórica.

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(FIN) DOP/MAO

Publicado: 16/1/2020