Andina

Niños venezolanos en Perú, su integración es una tarea pendiente

Algunos escolares fueron víctimas de bullying pero docentes intervienen para crear buen clima

ANDINA/Luis Iparraguirre

ANDINA/Luis Iparraguirre

11:59 | Lima, set. 13.

Por José Vadillo Vila

Más de 26,000 niños y adolescentes venezolanos estudian en colegios del Perú. Los escolares y sus familias cumplen un proceso de adaptación en las escuelas peruanas. No todo es color de rosa. Vea aquí la galería fotográfica

El vinotinto de la chompa del colegio es un dejà vu de la patria que queda –ahora– a dos países de distancia; que perdura en el dejo caribeño de sus padres y las costumbres en la maleta de los sueños.

Ese día, la directora del plantel estaba afónica y el niño no lo dudó: levantó la mano a la hora de la formación y cantó perfectamente el “Somos libres…”. Con corazón. Así agradecía a su nueva patria. Como él, suman 26,000 los escolares que llegaron de Venezuela y en las aulas de colegios peruanos están haciendo suyos la geografía de Costa-Sierra-selva; a los héroes locales. Son los nuevos peruanos.

Los pioneros


Zoom in. En los 13 salones del colegio Señor de los Milagros, en Magdalena del Mar, estudian 34 niños que vienen de Caracas, Barquisimeto, Cantaura, San Antonio…

“Los míos fueron los pioneros”, cuenta Neida Paiva, viuda de peruano. Hace dos años se trajo a sus hijos para que tengan “una mejor calidad de vida”, cuando la crisis se instauró en Venezuela como un moscardón descomunal.

Tuvieron un gran recibimiento de sus nuevos compañeros. Hubo aplausos para los extranjeros que se sumaban a los 380 alumnos del plantel. Y la hora la lonchera parecía una extensión del sueño de Bolívar de una América Latina unida.

Mary Cruz Peña llegó con su niña al Perú el año pasado. Los hijos de Ankys Serrano, Mariangie Soto y Jessica García se han integrado estos meses al sistema educativo peruano. Y sus historias son distintas. 

Venezolanos en Perú

En una historia de migración, primero llega el padre, trabaja, crea las condiciones indispensables para, meses después, traer a la esposa, a los hijos. “Pero ya este último año se han venido todos juntos; ya, como sea”. 

Conseguir vacantes en los colegios fue un drama adicional. Las madres tocaron las puertas de varios colegios, un mes o más, sin suerte. “Nos patearon”, dicen.

Muchos venezolanos migraron desconociendo el sistema educativo del Perú. Y sus hijos tuvieron que esperar hasta seis meses para empezar el año escolar (en Venezuela las clases son de setiembre a julio). 

El Señor de los Milagros fue una bendición. Les otorgó vacantes a sus hijos. Para no dejarlos sin clases, les permitieron matricularlos solo con una copia de la constancia de promoción de grado, y después regularizar su situación presentando los documentos originales debidamente apostillados por el Ministerio de Educación, un trámite que, por cierto, ha bajado de 48 a 15 días.

La mayoría no trae los documentos debidamente legalizados por las autoridades de su país, pues si bien el trámite es gratuito, la gran demanda de venezolanos que quiere salir es aprovechada por la corrupción. Entonces, miles prefieren saltarse ese trámite.

Xenofobia casera


Dicen que los peruanos no sufríamos de xenofobia hace dos años. Ahora, en los colegios, algunos alumnos inmigrantes sufren el bullying: “Venezolano, vete a tu país”; “tú eres bruta porque eres venezolana”. 

Se ha llegado a los puños, a los jalones de cabello, a tirarles la comida. Pequeños dictadores, reflejo de las noticias, de las redes sociales, de las peroratas caseras, de los candidatos en campaña.

Algunas escolares venezolanas tuvieron que aislarse, juntarse entre ellas para sentirse seguras. Dicen las madres: “En Venezuela, los niños no saben qué es un inmigrante. Ven a los que llegan como una persona normal”. Otra: “En los setenta, los ochenta, viajaron miles de peruanos y los recibimos muy bien”. Muchos venezolanos vienen a pie al Perú; en su momento, los peruanos llegaron apiñados en escarabajos Volkswagen y en buses, como sardinas. Eran tiempos de los petrodólares y Venezuela era un Miami al alcance de los sudamericanos.

Ante el bullying, la directora y los tutores intervienen con el objetivo de crear un clima agradable. 

Venezolanos en Perú

Con padres y alumnos


La directora del Señor de los Milagros, Giannina Santamaría, recuerda que en una institución educativa que recibe a niños migrantes “la sensibilización debe ser permanente”.

Tiene que propiciar el diálogo entre los alumnos y en los comités de aula. Su mensaje debe ser que la llegada de los nuevos niños sirve para conocer otras culturas, y juntos, salir adelante. Hay que aprovechar, por ejemplo, el “Día del Logro” y hacer visibles los valores de los nuevos compañeros.

Los padres son la clave. Yeidy Contreras relata que a su niño le ha ido de maravillas con sus compañeros de salón, gracias al apoyo de la maestra y de los padres de familia, que han propiciado el respeto y la participación del amigo venezolano.

Para las familias venezolanas, estas no son unas vacaciones, sino una estadía que les tomará varios años. Muchas se quedarán a radicar en el Perú.

Una gran migración también nos permite vernos el ombligo. Los venezolanos sienten que los peruanos nos hemos acostumbrado a la violencia en el lenguaje. A draconianos horarios de trabajo –de teóricas ocho horas– y que los padres no puedan compartir tiempo de calidad con sus hijos. Que deben dejar solos a sus niños para poder subsistir. Que aquí se teme hablar con un psicopedagogo. Que urgimos de actividades extracurriculares gratuitas para los niños (ballet, piscina, gimnasia, etcétera). Un trabajo de hormigas. “Pero ahí vamos”.

Cifras


55.7% de migrantes venezolanos en Lima tienen por lo menos un hijo.

35.5% ha sufrido violencia y discriminación.

462,661 personas procedentes de Venezuela ingresaron al Perú entre enero del 2017 y junio del 2018.

Fuente: Organización Internacional para las Migraciones (OIM), a julio del 2018

(Mañana segunda parte del especial ‘Niños venezolanos en Perú’)


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(FIN) JVV/RRC

Publicado: 13/9/2018