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Pérez de Cuéllar: el mejor secretario general de la Organización de las Naciones Unidas

En su labor al frente de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar trabajó intensamente con los líderes mundiales. Foto: ANDINA/Difusión

En su labor al frente de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar trabajó intensamente con los líderes mundiales. Foto: ANDINA/Difusión

12:34 | Lima, ene. 19.

Embajador del Perú en Bélgica, Gonzalo Gutiérrez

Hace algunos años, el prestigioso The Times de Londres publicaba un artículo titulado “¿Quién es el mejor secretario general de las Naciones Unidas de la historia?”. El diario inglés destacaba a algunos secretarios generales legendarios, como el sueco Dag Hammarsjöld, quien falleció trágicamente en el Congo cuando se encontraba en una misión de paz, o el ghanés Kofi Annan, galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2001 por su labor al frente de la organización.

No obstante, The Times concluía que, si se medían los resultados logrados por los diferentes secretarios generales en sus distintas gestiones, la respuesta correcta era que el mejor secretario general de la historia de las Naciones Unidas era Javier Pérez de Cuéllar, el notable diplomático peruano que lideró la organización entre 1982 y 1991.

 

Mediador y portaestandarte


Pérez de Cuéllar desempeñó la más alta responsabilidad que puede alcanzar un diplomático de la manera más juiciosa y efectiva. Como él mismo lo describe en sus memorias: un secretario general debe ser mediador y portaestandarte, moderador y guía, conciliador y árbitro, imparcial en todo. Él cumplió todas esas funciones con gran brillantez.

El contexto internacional permitió que durante su liderazgo en la ONU se alcanzara el final de la Guerra Fría. Entre los éxitos que la organización consolidó durante su mandato es muy reconocida la negociación que dio término a la ocupación soviética en Afganistán, así como el acuerdo de cese el fuego en la guerra de ocho años entre Irán e Irak, conflagración terrible que costó alrededor de un millón de bajas, y que el embajador peruano ha considerado como uno de sus mayores logros en la década que se desempeñó como secretario general.

También su trabajo incansable y permanente permitió la liberación de rehenes occidentales en el Líbano, la independencia de Namibia y, muy especialmente, el restablecimiento de la paz en Centroamérica, incluyendo la suscripción del acuerdo que puso fin al conflicto armado en El Salvador, firmado –con el reloj detenido– cuatro minutos antes de la medianoche del 31 de diciembre de 1991, momento en que Pérez de Cuéllar culminaba su mandato como secretario general de las Naciones Unidas.

Vida diplomática


Cabe preguntarse si el embajador Pérez de Cuéllar, con su enorme capacidad y experiencia diplomática, se encontró súbitamente frente a una tarea que debía cumplir con excelencia, o si por el contrario existió en él un plan personal para llegar a ese destino.

Hurgando en la historia de su vida profesional, veremos que fue más bien una predestinación no consciente o quizá el azar los que fueron modelando su camino hacia la secretaría general.

Muy joven, a los 26 años, fue integrante de la delegación del Perú en la Comisión Preparatoria de la recientemente creada Naciones Unidas, que sesionaba en Londres. En esa condición fue testigo de la elección del primer secretario general de las Naciones Unidas, el noruego Trygve Lie. 




El camino del líder


Años después, luego de una brillante carrera en Torre Tagle, que lo llevó a ser viceministro de Relaciones Exteriores, fue designado en 1969 como el primer embajador peruano en la Unión Soviética. Poco imaginaba en ese momento que su exitoso desempeño en Moscú sería un elemento clave para merecer la confianza de uno de los países que decidían sobre la nominación del secretario general de la ONU.

De Moscú fue trasladado en 1971 a Nueva York, donde asumió el cargo de representante permanente (embajador) del Perú ante las Naciones Unidas. Como tal, tuvo ocasión de presidir el Consejo de Seguridad en dos oportunidades en las que se ganó el respeto y el reconocimiento de los cinco países miembros permanentes del Consejo con derecho a veto: Estados Unidos, la Unión Soviética (hoy Rusia), Gran Bretaña, Francia y la República Popular China. A partir de ese momento, su camino hacia el liderazgo de la organización empieza a definirse.

Todo tiene su estación


El secretario general del momento, Kurt Waldheim, de Austria, en 1975 lo incorpora a la organización y lo nombra representante especial de la ONU para Chipre, país que sufría, tras una invasión en 1974, un enfrentamiento entre las comunidades griega y turca, y que fue uno de los problemas que previamente, como embajador del Perú y presidente del Consejo de Seguridad, Pérez de Cuéllar debió enfrentar.

Tras la experiencia en Chipre, se reintegró al servicio diplomático del Perú y en 1978 fue nombrado embajador en Venezuela, cargo que desempeñó por poco tiempo, ya que a inicios de 1979 fue llamado nuevamente por la ONU, esta vez para asumir el alto cargo de secretario general adjunto para Asuntos Políticos Especiales.

Luego de la secretaría general adjunta, el embajador Pérez de Cuéllar es convocado por la Cancillería, esta vez para desempeñarse como embajador del Perú en Brasil. Lastimosamente, su nombramiento fue bloqueado en el Senado peruano por una manipulación basada en motivos personales de algunos senadores. Paradójicamente, esa situación permitió que estuviese disponible, a fines de 1981, para que su nombre fuese considerado como un candidato de fuerza a la secretaría general de Naciones Unidas.

Efectivamente, fue elegido secretario general ese año y reelegido para un segundo período de cinco años en 1986. A la conclusión de su mandato, en 1991, varios miembros permanentes del Consejo de Seguridad, así como el presidente de Estados Unidos, George Bush padre, le propusieron que extendiera su mandato por un tercer período de dos años, con el objeto de encontrar un candidato idóneo para sucederlo; Pérez de Cuéllar declinó la propuesta señalando que estaba convencido de que todo tiene, como dice la Biblia, su estación y que la estación para el máximo logro de un secretario general es de no más de diez años.




Difícil votación


A pesar de ser el más joven diplomático en la Misión del Perú ante Naciones Unidas en Nueva York en 1981, me cupo el notable privilegio de participar en el equipo peruano que apoyó su candidatura a la secretaría general de la ONU.

En ese contexto, recuerdo una muy tensa anécdota. A la misma hora y día de diciembre de 1981 en que los quince miembros del Consejo de Seguridad habían sido convocados para discutir la elección del próximo secretario general, donde Pérez de Cuéllar era candidato, en otra sala de reuniones, ubicada en el sótano del edificio de la ONU, mis colegas, los ahora embajadores Luzmila Zanabria y Vicente Rojas, y yo, debíamos participar en una votación en la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea General de la ONU.

En esa votación, la posición del Perú era diametralmente opuesta a la de la Unión Soviética, y debíamos votar contra ella. Sin embargo, los delegados peruanos estábamos consumidos por un gran nerviosismo, ya que temíamos que si votábamos contra la Unión Soviética, nuestro voto tuviese una repercusión negativa en la posible decisión que se podría estar tomando en la sala del Consejo de Seguridad.

Decidí acercarme a la delegación soviética para explicar las razones de la posición del Perú. Mi aclaración fue recibida con una mueca de desagrado por mi colega soviético, Sergey Lavrov, actual ministro de Relaciones Exteriores de Rusia. Sin embargo, juzgando que era importante que el Perú mostrase que sus posiciones en Naciones Unidas eran dictadas por principios y convicciones, y no por un interés coyuntural, por muy importante que este fuera, procedimos a votar, no sin una enorme angustia, contra la postura defendida por la Unión Soviética, cuyo voto favorable era imprescindible para recomendar al candidato peruano como secretario general de la organización.

Terminada la sesión, salí corriendo para intentar averiguar qué había ocurrido en el Consejo de Seguridad. En el ascensor hacia el primer piso me encontré con mi colega José Antonio García Belaunde, quien, para mi enorme alivio y orgullo, me informó que hacía breves minutos el Consejo de Seguridad había recomendado que el embajador Javier Pérez de Cuéllar fuese elegido como el quinto secretario general de la Organización de las Naciones Unidas.



(FIN) DOP

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Publicado: 19/1/2020